3.3.15

Luz, color y extravagancia


Cuatro años después de Another Year, el realizador británico Mike Leigh vuelve a la carga con una nueva cinta, Mr. Turner, en la que da un repaso a los últimos 25 años de J.M.W. Turner, un prestigioso pintor inglés del siglo XIX, explorando, ante todo, su extraño y un tanto anárquico carácter, al tiempo que expone la fascinación de éste por la luz y los colores.

Ambientada de forma espléndida en la Inglaterra de la primera mitad de 1800, el cineasta se acerca a la controvertida personalidad del pintor de forma intima y contando, para ello, con la maravillosa colaboración de un Timothy Spall en estado de gracia quien, con su savoir faire, hace una magistral recreación de la figura de J.M.W. Turner jugando con sus tics (curiosos sus bramidos guturales) y dejando al descubierto la cínica y al mismo tiempo desconcertante forma de comportarse del artista. Una interpretación llena de matices  que fue galardonada, merecidamente, en el último festival de Cannes.


Mr. Turner habla del fanatismo de éste por el paisajismo, centrándose, de manera muy especial, en su gran especialidad: los temas marinos y su entusiasmo por captar todo cuanto le llamaba la atención en un pequeño cuaderno que siempre llevaba consigo; notas pictóricas que después utilizaba a la hora de plasmar sus impresiones sobre el lienzo.

La película de Leigh tiene un ritmo pausado, dedicándose a narrar distintos episodios de la vida del pintor de forma detallista, con cierta sorma y sin escatimar, en momento alguno, los detalles más morbosos de su biografía, tal y como sucede con la oscura relación que mantiene con su doncella, una mujer por la que no siente ninguna estima pero a la que utiliza para calmar su apetito sexual.


Hace hincapié en el dolor que le causó la muerte de su padre, sus visitas (al parecer, bastante incontroladas) a burdeles de todo tipo y condición, sus devaneos con la aristocracia británica y el tenso mal rollo que mantuvo durante mucho tiempo con sus compañeros de profesión, con los que se enfrentó en más de una ocasión en el seno de la Real Academia de las Artes, así como su afición a viajar en barco, lugar en el que su inspiración volaba hasta límites insospechados. Y sin olvidar, ante todo, la relación sentimental que mantuvo en secreto con una viuda con la que convivió, durante los últimos cuatro años de su vida, en una pequeña casita de Chelsea, a las orillas del Támesis.


A pesar de su fuerza melodramática para dibujar el carácter de un genio atípico y un tanto conflictivo, Mr. Turner no sería lo mismo sin la brillante y luminosa fotografía de Dick Pope, la cual, por momentos, parece sacada directamente de algunos de los cuadros del célebre pintor: todo un canto a la luz  y al color; un claro guiño a una de las obsesiones principales del artista.


Un biopic muy recomendable que, en parte, se aleja un tanto de la filmografía anterior de Mike Leigh, ya sea por su tratamiento como por la época en la que discurre la acción.

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