9.2.15

Hijoputa


Nightcrawler significa el debut como director de Dan Gilroy tras haber escrito varios guiones para la gran pantalla. Nominado a mejor guión (del propio Gilroy), se trata de un trhiller sencillamente espeluznante que, centrándose en la figura de un hijoputa integral, se adentra en los rincones más oscuros y perversos del periodismo sensacionalista; de esa prensa que se alimenta, cual vampiros, de aquellas noticias que sean capaces de salpicar da sangre los titulares de los noticieros televisivos y así remover el estómago de sus televidentes. Y es que el morbo, nos guste o no, sigue vendiendo y subiendo los niveles de audiencia. Así nos va.

Jake Gyllenhaal, también acreditado en funciones de productor, está espléndido, y al mismo tiempo repulsivo, encarnando a Louis Bloom,  el impresentable protagonista de esta fábula negra ambientada entre cameramans freelances que viven del filmar accidentes de todo tipo para vender después sus imágenes al mejor postor.


Bloom es un buitre carroñero de muchísimo cuidado: un tipo sin oficio ni beneficio que, una buena noche, de forma casual, descubre la posibilidad de hacer dinero acercando, cuanto más mejor, el objetivo de su cámara de video a las víctimas de cualquier tipo de percance, ya sea automovilístico, a resultas de un tiroteo o de un violento asalto. Miente, manipula y se salta todos los límites. Su meta es llegar al lugar de los hechos antes que la propia policía o de los servicios sanitarios y empezar a usar su filmadora para obtener las mejores tomas. Todo vale para cumplir sus malsanos objetivos. Después, ya con las imágenes en la recámara de su grabadora, tocará lidiar con la cadena televisiva que más se adapte a sus ruines intenciones.


Nightcrawler es un film sólido, capaz de ir directo al grano y de dejar en pelotas el negocio sucio de ciertas televisiones, al tiempo que hace un magistral dibujo de un ser altamente desagradable. No escamotea en detalles ni en gruesas gotas de humor negro para mostrar, paso a paso, el crescendo del floreciente negocio montado por el tal Louis Bloom, un tipo capaz de aliarse hasta con el diablo para su propio beneficio.


Sobria, visceral y, por momentos, aterradora. Algunos apuntan a que pasará a convertirse automáticamente en una película de culto. Y es que, en realidad, no van nada desencaminados.

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