17.11.14

Cena de amigos


Presentada en la penúltima edición del Festival de Cinema Fantàstic de Sitges y precedida de la buena acogida del público y la crítica, llega a nuestras pantallas, con un largo año de retraso, Coherence, el debut como director en el mundo de los largometrajes de James Ward Byrkit, el que fuera uno de los guionistas de Rango, ese divertido homenaje al western en clave de cinta de animación.

Considerada un tanto prematuramente por muchos como una película de culto, Coherence se adentra en el género fantástico, a través de la ciencia ficción, de forma grátamente intimista, ya que su acción transcurre prácticamente entre las cuatro paredes de la casa de una joven que, junto con su marido (un actor en paro pillado por el alcohol), ha invitado a seis de sus mejores amigos para celebrar una cena la misma noche en la que un cometa (el llamado cometa Miller) ha de pasar a pocos quilómetros de la Tierra.


La llegada del cometa es inminente. Los móviles de los comensales se quedan sin cobertura. Apagones de luz. Golpes y ruidos misteriosos en el exterior de la casa. El buen rollo que teóricamente existía entre los amigos, deriva hacia un enfermizo juego de tensiones internas y recelos escondidos del pasado. Algo se masca en el ambiente y unas gotitas de ketamina ayudan a potenciar aún más la paranoia colectiva; una paranoia que cada uno de ellos expresará a su manera.

Inquietante y, por momentos, desconcertante y original. Nada es lo que parece y todo es lo que parece. Un mecanismo plagado de misterios que desemboca en puro terror y que contiene pasajes e imágenes ingeniosamente turbadoras  que no pienso desvelar para no chafarles el intríngulis de esta maliciosa fábula.


Hora y media de lo más controlado, con sus subidas y bajadas de tensión pertinentes. Ocho únicos, magníficos y no muy conocidos actores conduciendo a la perfección sus respectivos personajes, a cual mejor descrito gracias a un sabio guión (debido al propio director) que atrapa al espectador en su alucinada y paranoica trama, casi un viaje al centro de la locura. Y lo más curioso del caso es que, tratándose de un producto en la que la acción brilla por su ausencia para cederle el paso a un sinfín de diálogos a cual más suculento, la cosa no aburre en absoluto. Al contrario, engancha y entretiene.

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